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Fiesta: 26 de Febrero
Anacoreta, Obispo de Gaza
En Gaza, en Palestina,
san Porfirio, obispo, el cual, nacido en Tesalónica, vivió como anacoreta en
Scete durante cinco años, y otros tantos al otro lado del Jordán, siendo
célebre por su benignidad hacia los pobres. Hecho obispo de Gaza, hizo demoler
muchos templos de ídolos, cuyos seguidores le hicieron la vida difícil hasta
que descansó venerable con los santos (420).
San Porfirio nació en Tesalónica (aquella ciudad a la cual San Pablo escribió sus dos cartas a los tesalonicenses). Tesalónica queda en Macedonia, y Macedonia está situada al norte de Grecia. A los 25 años dejó su ciudad y su familia y se fue de monje a Egipto a rezar y meditar y hacer penitencia. Cinco años más tarde pasó a Palestina y se fue a vivir a una cueva cerca del río Jordán. Pero allí la humedad lo hizo enfermar de reumatismo y cinco años después se fue a vivir a Jerusalén. En esta ciudad cada día visitaba el Santo Sepulcro, el Huerto de los Olivos, la Casa de la Ultima Cena y los demás santos lugares donde estuvo Nuestro Señor. Su reumatismo lo hacía caminar muy despacio y con grandes dolores y apoyado en un bastón. Sin embargo ningún día dejaba de ir a los Santos Lugares y Comulgar.
San Porfirio nació en Tesalónica (aquella ciudad a la cual San Pablo escribió sus dos cartas a los tesalonicenses). Tesalónica queda en Macedonia, y Macedonia está situada al norte de Grecia. A los 25 años dejó su ciudad y su familia y se fue de monje a Egipto a rezar y meditar y hacer penitencia. Cinco años más tarde pasó a Palestina y se fue a vivir a una cueva cerca del río Jordán. Pero allí la humedad lo hizo enfermar de reumatismo y cinco años después se fue a vivir a Jerusalén. En esta ciudad cada día visitaba el Santo Sepulcro, el Huerto de los Olivos, la Casa de la Ultima Cena y los demás santos lugares donde estuvo Nuestro Señor. Su reumatismo lo hacía caminar muy despacio y con grandes dolores y apoyado en un bastón. Sin embargo ningún día dejaba de ir a los Santos Lugares y Comulgar.
En aquellos tiempos llegó a Jerusalén un
cristiano llamado Marcos, el cual se quedó admirado de que este hombre tan
enfermo y con tan grandes dolores reumáticos no dejaba ningún día visitar los
Santos Lugares para dedicarse allí a rezar y a meditar. Un día al ver que el
santo sufría tanto al subir las escalinatas del templo, Marcos se ofreció para
ayudarle pero Porfirio se negó a aceptar su ayuda diciéndole: "No está
bien que habiendo venido yo aquí a expiar mis pecados sufriendo y rezando, me
deje ayudar de ti para disminuir mis dolores. Déjame sufrir un poco, que lo
necesito para pagarle a Dios mis muchos pecados". Marcos lo admiró más
desde ese día y en adelante fue su compañero, su amigo y el que escribió
después la biografía de este santo.
Lo único que le preocupaba a Porfirio era que no había vendido la herencia que sus padres le habían dejado en su patria, la cual quería repartir entre los pobres. Confió esta misión a Marcos, que partió rumbo a Tesalónica y a los tres meses volvió con el dinero de la venta de todas aquellas tierras, dinero que Porfirio repartió totalmente entre las gentes más pobres de Jerusalén.
Lo único que le preocupaba a Porfirio era que no había vendido la herencia que sus padres le habían dejado en su patria, la cual quería repartir entre los pobres. Confió esta misión a Marcos, que partió rumbo a Tesalónica y a los tres meses volvió con el dinero de la venta de todas aquellas tierras, dinero que Porfirio repartió totalmente entre las gentes más pobres de Jerusalén.
Cuando Marcos se fue a Tesalónica estaba Porfirio
muy débil y agotado, pálido y sin fuerzas. Y al volver a Jerusalén lo encontró
de buenos colores y lleno de vigor y fuerzas. Le preguntó cómo había sucedido
semejante cambio tan admirable y Porfirio le dijo: "Mira, un día vine al Santo Sepulcro a orar, y
mientras rezaba sentí que Jesucristo se me aparecía en visión y me decía: ‘Te
devuelvo la salud para que te encargues de cuidar mi cruz’. Y quedé
instantáneamente curado de mi reumatismo. Lo que los médicos no pudieron hacer
en muchos años, lo hizo Jesús en un solo instante, porque para El todo es
posible". Y en adelante se quedó
ayudando en la Iglesia del Santo Sepulcro, custodiando la parte de la Santa
Cruz que allí se conservaba.
Como Porfirio había repartido toda su herencia entre los pobres, tuvo él que dedicarse a trabajos manuales para poder ganarse la vida. Aprendió a fabricar sandalias y zapatos y a trabajar en cuero y así ganaba para él y para ayudar a otros necesitados. Marcos, que era un hábil escribiente y ganaba buen dinero copiando libros, le propuso que él costearía toda su alimentación para que no tuviera que dedicarse a trabajos manuales agotadores. San Porfirio le dijo: "No olvidemos que San Pablo dijo en su segunda Carta a los tesaloniceses: "El que no quiere trabajar, que tampoco coma"; siguió ganándose el pan con el sudor de la frente, hasta los 40 años. El obispo de Jerusalén al ver tan piadoso y santo a Porfirio lo ordenó de sacerdote. Y poco después recibió una carta del obispo de Cesarea pidiéndole que le enviara un santo sacerdote para darle una misión. Como Porfirio era un verdadero penitente que ayunaba cada día y rezaba horas y horas y ayudaba a cuanto pobre podía, el obispo de Jerusalén lo envió a Cesarea.
Como Porfirio había repartido toda su herencia entre los pobres, tuvo él que dedicarse a trabajos manuales para poder ganarse la vida. Aprendió a fabricar sandalias y zapatos y a trabajar en cuero y así ganaba para él y para ayudar a otros necesitados. Marcos, que era un hábil escribiente y ganaba buen dinero copiando libros, le propuso que él costearía toda su alimentación para que no tuviera que dedicarse a trabajos manuales agotadores. San Porfirio le dijo: "No olvidemos que San Pablo dijo en su segunda Carta a los tesaloniceses: "El que no quiere trabajar, que tampoco coma"; siguió ganándose el pan con el sudor de la frente, hasta los 40 años. El obispo de Jerusalén al ver tan piadoso y santo a Porfirio lo ordenó de sacerdote. Y poco después recibió una carta del obispo de Cesarea pidiéndole que le enviara un santo sacerdote para darle una misión. Como Porfirio era un verdadero penitente que ayunaba cada día y rezaba horas y horas y ayudaba a cuanto pobre podía, el obispo de Jerusalén lo envió a Cesarea.
Y aquella noche tuvo Porfirio un sueño. Oyó que
Jesús le decía: "Hasta ahora te has encargado de custodiar mi Santa Cruz.
De ahora en adelante te encargarás de cuidar a unos hermanos míos muy
pobres". Con eso entendió el santo que ya no seguiría viviendo en Jerusalén. Al llegar a Cesarea el obispo de allá lo convenció de
que debía aceptar ser obispo de Gaza, que era una ciudad muy pobre. Después de
que le rogaron mucho, al fin exclamó: "Si esa es la voluntad de Dios, que
se haga lo que El quiere y no lo que quiera yo". Y aceptó.
Al llegar a Gaza los paganos promovieron grandes
desórdenes porque sentían que con este hombre se iba a imponer la religión de
Cristo sobre las falsas religiones de los ídolos y falsos dioses. Porfirio no
se dio por ofendido sino que se dedicó a instruir a los ignorantes y a ayudar a
los pobres y así se fue ganando las simpatías de la población. La ciudad de Gaza y sus alrededor estaban sufriendo un
verano terrible y muy largo. Las cosechas se perdían y no se hallaban ya agua
ni para beber. Los paganos esparcieron la calumnia de que todo esto era un
castigo a los dioses por haber llegado allí Porfirio con su doctrina y sus
cristianos. Y empezaron a tratar muy mal al obispo y a sus fieles seguidores.
Entonces San Porfirio organizó una procesión de rogativas por las calles,
rezando y cantando para que Dios enviara la lluvia, y al terminar la procesión
se descargó un torrencial aguacero que llenó de vida y frescor todos los
alrededores. Los paganos se propusieron
que de todos modos sacarían a Porfirio y a sus cristianos de aquella región y
empezaron a emplear medidas muy violentas contra ellos. Pero se equivocaron.
Creyeron que la piedad y la bondad del obispo eran debilidad y cobardía, y no
era así. El santo se fue a donde el jefe del imperio que vivía en Constantinopla
y obtuvo que le dieran un fuerte batallón de soldados que puso orden y paz en
la ciudad. Y ya los paganos no pudieron atacarlo más. El no agredía a nadie,
pero buscaba quién lo defendiera cuando trataban injustamente de acabar con la
santa religión de Cristo. Y después de varios años la acción evangelizadora de
Porfirio y de sus sacerdotes llegó a ser tan eficaz que se acabó por completo
allí la religión pagana de los falsos dioses, y desaparecieron los templos de
los ídolos. Las gentes quemaron todos sus libros de magia y ya no hubo más
consultas a brujas o espiritistas ni creencias supersticiosas. San Porfirio construyó en Gaza un bellísimo
templo. El día en que empezó la construcción del nuevo edificio recorrió la
ciudad con enorme gentío cantando salmos y bendiciendo a Dios. Cada fiel
llevaba alguna piedra o algún ladrillo u otro material para contribuir a la
edificación de la Casa de Dios. La construcción duró cinco años y toda la
ciudad colaboró con mucha generosidad. El día de la Consagración de la nueva
catedral (domingo de Pascua del año 408) el santo repartió abundantísimas
limosnas a todos los pobres de la ciudad. Siempre fue sumamente generoso en
ayudar a los necesitados. Los últimos años los dedicó
pacíficamente a instruir y enfervorizar a sus sacerdotes y al pueblo con sus
predicaciones, con su buen ejemplo y su oración.
El 26 de febrero del año 420 murió santamente.
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