jueves, 1 de noviembre de 2012

SAN BENIGNO

Etimológicamente significa “bueno”. Viene de la lengua latina.

No hace mucho, ante esta sociedad de consumo que da culto al cuerpo, el Papa Juan Pablo II decía que el hombre que tiene el corazón endurecido y la conciencia deformada, aunque tenga plenitud de fuerzas físicas, es un enfermo espiritual y es preciso hacer cualquier cosa para devolverle la salud del alma.
Lo que sabemos de san Benigno se debe al bisabuelo de Gregorio de Tours, que desempeñó pastoralmente el episcopado de Dijon en los años 507-540.
El nos explica y enseña cómo nació el culto a san Benigno:"Había entonces en el cementerio de esta ciudad un sarcófago que contenía los huesos ante los cuales venían a rezar los campesinos".
Pensando que era una tumba pagana, mi abuelo quiso quitarla, pero una visión del cielo le reveló que eran los huesos del primer obispo de Dijon, que merecían, por tanto, los más grandes honores.
El antepasado de Gregorio se apresuró en construir, para colocar las preciosas reliquias, una basílica a la que iban muchos peregrinos.
Veinte años más tarde, se escribió una obra de teatro o Pasión que contaba la vida y la muerte del “buen santo”, fundador de la Iglesia de Dijon.
Nació en Esmirna en el siglo II, y fue san Policarpo, obispo de esta ciudad, el que lo envió a convertir a Francia.
Benigno desembarcó en Marsella y empezó a evangelizar la región de Autun.
Después prosiguió su camino y fue convirtiendo a muchos paganos al cristianismo.
Terminó por establecerse en Dijon. Llevó a cabo un apostolado fructífero.
Los paganos lo culparon de que hacía magia y lo sometieron a muchos tormentos.
Lo llevaron ante los ídolos. Estos se convirtieron en humo. Entonces lo encerraron el cárcel con perros rabiosos. Se hizo amigo de ellos. Acabaron con él martirizándolo

http://es.catholic.net/santoral/articulo.php?id=13735

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